Nelson Rolihlahla Mandela, nacido el 18 de julio de 1918 en Mvezo, Sudáfrica, es una figura icónica en la lucha contra el apartheid. Su vida estuvo marcada por un compromiso inquebrantable con la justicia y la igualdad, aunque su legado es objeto de un análisis crítico desde una perspectiva de izquierda.
Primeros años y lucha contra el apartheid
Mandela se formó como abogado y rápidamente se involucró en la lucha política contra el régimen opresivo del apartheid, uniéndose al Congreso Nacional Africano (CNA). Fue cofundador del brazo armado del CNA, Umkhonto we Sizwe (MK), en respuesta a la violencia estatal. En 1962, fue arrestado y en 1964, sentenciado a cadena perpetua en el famoso Proceso de Rivonia, pasando 27 años en prisión, principalmente en la isla Robben.
Liberación y liderazgo político
Su liberación en 1990 marcó el inicio de un proceso de negociaciones crucial que llevaría al fin del apartheid. En 1994, Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica, tras las primeras elecciones democráticas del país. Su gobierno se enfocó en desmantelar las estructuras legales del apartheid y promover la reconciliación nacional mediante la Comisión de Verdad y Reconciliación.
La mirada crítica desde la izquierda
Desde la izquierda se reconoce el papel de Mandela en la lucha contra el apartheid, pero se critica su enfoque durante la transición política. Mandela, según esta perspectiva, optó por un camino conciliador que evitó un cambio revolucionario, manteniendo las estructuras capitalistas intactas. Se argumenta que su administración permitió que la burguesía blanca y los intereses imperialistas mantuvieran su dominio económico, a cambio de ciertos derechos democráticos, como el derecho al voto para la población negra.
La crítica también se centra en que, aunque se lograron avances en términos de igualdad política, las condiciones de vida de la mayoría negra no mejoraron significativamente. Las políticas neoliberales implementadas beneficiaron a una nueva élite negra, pero no a las masas populares, perpetuando la desigualdad y explotación estructural en Sudáfrica.
La izquierda critica que Mandela, a pesar de inspirar a millones, sembró ilusiones en la posibilidad de luchar por la «igualdad de oportunidades» dentro del marco capitalista, sin cuestionar las estructuras de explotación existentes. Durante su mandato, Mandela impulsó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, que garantizó la impunidad a los autores de crímenes racistas, lo que es visto como un intento de pacificación nacional que no abordó las raíces de la desigualdad y la explotación.
Legado y controversia
Tras dejar la presidencia, Mandela se dedicó a actividades filantrópicas y a la lucha contra el VIH/SIDA, hasta su fallecimiento el 5 de diciembre de 2013. Su legado sigue siendo motivo de debate: es celebrado globalmente como símbolo de paz y reconciliación, pero también es examinado críticamente por su rol en la transición sudafricana que dejó sin resolver profundas disparidades económicas y sociales.