Lo primero que hay que decir es que el fútbol por televisión distorsiona la perspectiva. El que mira, sólo mira recortes continuos de la mirada de otros. Donde el objeto del deseo es la pelota.
Por más que uno intente reproducir geografía en bares, casas con el abono pertinente o redacciones de diarios y portales web; la mirada se depositará en acontecimientos elegidos por director a cargo de la televisación. Existe allí, entonces, una limitación que impacta en el todo y las partes. Un simulacro.
Con esa prevención podemos afirmar que Newell’s, otra vez, no mereció perder y menos tres a cero.
Al fatídico desenlace del penal cobrado (que nadie vio) por el árbitro Sebastián Martínez Beligoy, (ya dijimos que los árbitros son uno de los imponderables del fútbol) todo se modificó.
Hasta ese momento las situaciones de gol (dos muy claras, en los pies de Tomás Jacob) fueron de Newell’s pero no se concretaron y el dicho dice que cuando uno erra…
Como sea, el planteo, otra vez, fue equivocado. Los carrileros no funcionan y Yacop es cuatro, con lo cual lo que impone es línea de cuatro.
Jugar simple es la consigna. Sobre todo cuando el material no abunda. Innovar es plausible en la medida que nos acerque, más y mejor, al objetivo planteado; de otra manera es expresión de deseo que no tiene una expresión material. Lo que se dice un camino inconducente.
Mariano Soso deberá reflexionar, es vital que reflexione que en Newell’s el margen de error es mínimo.
Se perciben decisiones con escaso sustento, claro, desde afuera; pero el juego y los resultados son cuasi plenas pruebas de que algo (o mucho) no funciona.
El tiempo se agota, por que los resultados mandan (terrible lugar común). El domingo es la cita. Y no se puede fallar. “La esperanza es el sueño de los despiertos”, dijo el filósofo. Ojalá.