Hubo 341 mujeres ausentes en la marcha del 8M, realizada hace dos sábados en Rosario. Son las que están presas en el complejo penitenciario de la zona oeste y que este jueves llevarán su voz fuera de los muros con una muestra en el Museo de la Ciudad. Sobre esa ausencia que las vuelve casi invisibles reflexiona la convocatoria a “No estamos todas, faltan las presas”, una actividad organizada por la organización Mujeres Tras las Rejas en el mes de la mujer.
“Siempre en esta fecha proponemos alguna actividad que nos ayude a pensar quiénes somos las mujeres, disidencias o diversidades. Entonces aparece la ausencia de las que están presas y la necesidad de trabajar desde esa dificultad. El corte entre el afuera y el adentro de la cárcel es abrupto y esta propuesta busca diluir esa distancia”, cuenta Marina Gryciuk, tallerista de la ONG.
En la exhibición que podrá visitarse desde este jueves, a las 18, en la casona de Oroño 2361 habrá objetos realizados en espacios de escritura, textiles y de cerámica que brinda la organización tanto dentro de la cárcel como en su casa Cristina Vázquez, de Pellegrini 3798.
Poemas y objetos para pensar el encierro, pero sobre todo la impronta de género que signa al encarcelamiento femenino, marcado en el último año por la puesta en marcha de la ley de microtráfico en la provincia.
“Siempre en el mes de la mujer proponemos una actividad en alguna institución que nos sitúe en el ámbito de la cultura: nuestro tránsito dentro del penal está relacionado con fortalecer los vínculos a través del arte”, dice Gryciuk, diseñadora y artista visual con doce años de trabajo en prisiones de mujeres como coordinadora del taller de técnicas textiles El Enredo.
Como en los últimos dos años, cuenta a La Capital, una invitación del Museo de la Ciudad abrió las puertas para hablar de ellas y que ellas hablen. No sólo con sus obras: tres chicas en situación de encierro participarán de la apertura.
Cárcel de mujeres: encierro en aumento
Un contexto de condiciones de detención endurecidas rodea a la exposición de este año. Con las restricciones a detenidos catalogados de alto perfil, la prisión de mujeres también se vio atravesada por un régimen interno más rígido: “Hay más control hacia quienes vamos a trabajar en la cárcel y un sistema mucho más opresivo y controlado en las visitas, los traslados por cuestiones familiares o de salud y el ingreso de comida o ropa”.
Se suma el hacinamiento, “con la particularidad de que presas provinciales y federales están juntas”. El desborde en la capacidad de alojamiento de la unidad que funciona dentro del Complejo Penitenciario de Rosario, de 27 de Febrero al 7800, no es nuevo. Un informe de la Defensoría Pública reportaba en 2023 que había 265 internas en un espacio para 171. Ya entonces la línea temporal reflejaba que el encarcelamiento femenino iba en aumento desde 2018. Esta semana, según fuentes de la misma repartición pública, eran 341 las alojadas en unidad Sub 2 para mujeres.
“Están durmiendo de a tres por celda y una siempre duerme en el piso -detalla Gryciuk-. Muchas no son de Rosario y no reciben visitas ni mercadería de sus familiares porque les es imposible viajar. Son situaciones complejas, como lo fueron siempre”.
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Mujeres y microtráfico
El desembarco de la ley de narcomenudeo, aprobada en diciembre de 2023 al inicio de la gestión de Maximiliano Pullaro, transformó dinámicas de encarcelamiento. La norma delega en la policía y la Justicia provinciales la persecución del microtráfico. Lo que impacta de manera directa sobre las mujeres: los delitos vinculados con drogas son principal causa de encierro de mujeres cis, trans y travestis en el país.
De esa situación dio cuenta el último informe de gestión del Ministerio Público de la Acusación santafesino. Que a sólo meses de estrenada la ley detectó “una alta y marcada participación de mujeres” en los eslabones más bajos de las tramas de venta, ligada a “múltiples factores de vulnerabilidad socioeconómica, psíquica y afectiva”.
Para Gryciuk, las detenciones aumentaron porque “básicamente el narcomenudeo está vinculado con las mujeres: son las que están en el hogar. Los allanamientos por ventas de drogas en pequeña cantidad suceden en los hogares. Por eso hay presas que son parte de un mismo grupo familiar, o son madre e hija. Las primeras que caen en los operativos son ellas”.
En la mayoría de los casos la venta a baja escala es una estrategia de supervivencia y a la vez “una instancia que les cambia la vida. Les permite comprar cosas, como zapatillas nuevas para sus hijos, por primera vez. Y es una actividad que pueden realizar mientras están al cuidado de sus niños o de algún otro familiar. Desde el vamos no tuvieron derecho a casa, comida, trabajo o vida digna. Estas mujeres están presas por pobres, no por delincuentes. Estar presas es la última consecuencia”.
La organización Mujeres Tras las Rejas brinda un taller por día dentro de la cárcel de mujeres: de radio, poesía, huerta, prácticas textiles, escritura y cerámica. Una tarea que, desde el año pasado, cuenta con acompañamiento del Ministerio de Desarrollo Humano en el marco del programa Reintegrarse. Además, en su sede de barrio Echesortu ofrece talleres para familiares que asisten a las internas en la etapa de pre-egreso o postpenitenciaria. Algo de lo construido en esos espacios podrá apreciarse en la muestra que, desde hoy, invita a volver presente la ausencia.