sábado, 21 junio, 2025
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Eva Illouz. Hay una lucha por el alma de Israel, su naturaleza y su futuro

Reconocida a nivel mundial por sus estudios sobre las emociones en la sociedad de consumo, la socióloga franco-israelí Eva Illouz obtuvo el Premio Israel, máximo galardón cultural del país. Sin embargo, a fines de marzo el gobierno de Benjamin Netanyahu se opuso a que se le otorgara la distinción debido a que firmó, junto con más de 150 intelectuales y científicos israelíes, en 2021, una petición para que la Corte Penal Internacional investigara posibles crímenes de guerra en Gaza.

De origen marroquí, Illouz ha avalado el derecho de Israel a defenderse tras los ataques de Hamas de octubre de 2023, que desencadenaron la guerra en Gaza, y es crítica del sesgo antiisraelí que atribuye a sectores de la izquierda progresista en países occidentales. Sin embargo, ha denunciado al mismo tiempo al gobierno del primer ministro Netanyahu, acusándolo de medidas autocráticas y de socavar el Estado de derecho.

Autora de numerosos libros, entre ellos Modernidad explosiva (2025); La vida emocional del populismo (2023) y El fin del amor (2020), publicados en su totalidad por Katz Editores, hoy Illouz enseña en la prestigiosa École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y es colaboradora habitual de publicaciones como Haaretz, Le Monde y Die Zeit. “El signo de un régimen autoritario es designar a sus propios ciudadanos como enemigos, y eso es lo que está ocurriendo hoy en Israel”, dice Illouz en esta entrevista, realizada antes de que Israel lanzara la operación Rising Lion contra las instalaciones nucleares de Irán, y que dio a pie a crecientes ataques cruzados entre ambos países.

Usted ha defendido el derecho de Israel de defenderse tras el ataque de Hamas, y al mismo tiempo ha emitido críticas al gobierno. ¿Qué le inspira la decisión de negarle el premio?

–He defendido el derecho de Israel a existir, contra quienes abogaban por su desaparición. He defendido el derecho a una respuesta frente a la invasión de su territorio y a la masacre de sus civiles, he invocado su derecho a deshacerse de Hamas. Evidentemente, nunca he defendido la destrucción total de Gaza ni una guerra sin fin. En el caso que menciona, hay una injerencia burda de lo político en una decisión científica. Solo se recompensa a quienes están de acuerdo con nosotros. Se quiere excluir a quienes se encuentran en el campo contrario. El escándalo del Premio Israel del que soy objeto, la injerencia brutal de lo político, es una piedra menos en el edificio democrático que ya está en proceso de derrumbe. Sabemos que los regímenes autoritarios atacan prioritariamente dos cosas: el sistema judicial y a los universitarios, intelectuales y artistas. Sabemos que Netanyahu y su gobierno atacan de manera metódica al sistema judicial desde hace varios años. Se están llevando a cabo reformas dramáticas, entre otras sobre el proceso de selección de jueces, que aniquilan la separación de poderes. También atacan a las universidades: yo soy un triste ejemplo de ello. Es una lucha por el alma de Israel, su naturaleza, su futuro.

¿Qué dice esta decisión sobre la intervención del actual gobierno sobre el Estado, sobre sus instituciones y sobre el funcionamiento de esas instituciones?

–Se trata de una intervención, como usted dice. Excluyen a quienes no siguen estrictamente sus ideas y su línea política. Pero son cada vez más detestados por la opinión pública. El 8 de abril de 2025, el ministro [de Educación] Kish asistió a una gran conferencia de jóvenes científicos “del futuro” en Jerusalén y fue abucheado por la multitud de jóvenes estudiantes. La extrema derecha se empeña en invadir todos los intersticios del poder, pero es cada vez más odiada. Israel vive una crisis moral grave. Desde el 7 de octubre, algunos israelíes están en un estado de hiperdefensa que los lleva a ver enemigos por todas partes, a demonizar al otro, incluso si se trata de ciudadanos árabes-israelíes. Un poco como los estadounidenses, que habían demonizado a los japoneses después de Pearl Harbor. El signo de un régimen autoritario es designar a sus propios ciudadanos como enemigos, y eso es lo que está ocurriendo hoy. Es la derrota radical del proyecto sionista.

¿Cómo ve la posibilidad del debate democrático de estos asuntos dentro y fuera de Israel?

–Los judíos de Francia son una pequeña comunidad que no representa siquiera el 0,7 % de la población total. Por ello, la comunidad judía francesa suele pensar en Israel en términos de protección: Israel nos protege y nosotros protegemos a Israel. Así es también como piensa buena parte de la comunidad judía estadounidense. Pero cuando se es franco-israelí, como es mi caso, cuando se pertenece a la mayoría en Israel y a la minoría aquí en Francia, se comprende que las cosas no funcionan de la misma manera en ambos países. En Israel, los judíos son una mayoría que ejerce un poder abusivo y brutal sobre los palestinos y, cada vez más, sobre los propios israelíes, más allá de que hay una historia y una complejidad histórica en esta situación. Pero ya no se puede alegar eso frente a un régimen antidemocrático. Israel está en manos de ideólogos mesiánicos que cuestionan la herencia sionista socialista y democrática, que reniegan por completo de su espíritu, de sus principios y de sus valores. Se trata de un país que ha cambiado profundamente su ADN, por usar una metáfora que no me gusta. Yo lucho por la posibilidad que se formuló en un principio de crear un país para los judíos, democrático, pero hay que constatar que hoy existen fuerzas completamente ajenas a esta visión, fuerzas que quieren introducir un poder mesiánico y la idea del Tercer Templo en el campo político. La pregunta es: ¿hay que defender a Israel sea cual sea su orientación y su naturaleza? ¿O nuestra lealtad debe estar condicionada por un régimen democrático? Es una crisis nueva. Para muchos israelíes que hacen sacrificios enormes, más que ningún ciudadano en las sociedades democráticas, el país dejará de ser habitable si se vuelve antidemocrático y autoritario.

Usted plantea la cuestión del desgarramiento que viven los demócratas israelíes frente al ejercicio del poder autocrático, nacionalista y expansionista que observa en el actual gobierno.

–El desgarramiento se sitúa entre la posición comunitarista del intelectual que defiende una comunidad concreta y la posición universalista de quien, como yo, defiende también y, ante todo, los derechos de los seres humanos y los valores democráticos dondequiera que estén. Aborrezco el antisemitismo y defiendo los derechos de los palestinos. No veo ninguna contradicción en ello. Pero muchos lo viven como un desgarramiento. Es el desgarramiento, creo, que viven muchos árabes musulmanes en Francia, cuando ven que su país de origen se comporta mal, pero temen decirlo públicamente porque eso pondría en cuestión su apego a una comunidad que ya se siente rechazada de por sí. Es el dilema de los intelectuales que viven entre varias comunidades de pertenencia, que son minoritarios en una democracia y que se identifican por afecto y lealtad con un país que no practica los valores ni las instituciones de las que ellos disfrutan. Algunos prefieren la lealtad a la comunidad. Otros, los valores universales. Es la misma cuestión que se plantea para judíos y para musulmanes. Un musulmán francés que se siente discriminado en Francia no tiene ganas de oír que el régimen argelino es autoritario. Las comunidades judías en el mundo y el Estado de Israel viven en un estado de hiperdefensividad. Hemos sido víctimas de un antisemitismo enorme después del 7 de octubre, de ahí un cierto repliegue comunitario natural. Pero una gran parte de la comunidad judía francesa permanece ciega ante los abusos del gobierno israelí. Está cercada, por un lado, por la extrema derecha y, por otro, por la extrema izquierda.

Lo que se llama el “campo liberal” en Israel parece abandonado por la izquierda europea. ¿Cuáles son las consecuencias o los efectos políticos de esto?

–Claramente: el gobierno israelí y ciertos miembros de la comunidad judía creen que los enemigos de sus enemigos son sus amigos, mientras que, en realidad, existen tres grupos diferentes de enemigos: los Hermanos Musulmanes/Irán; la extrema izquierda; la extrema derecha. Aliarse con la extrema derecha no resolverá los problemas de los israelíes ni de los judíos. Es un acto de ceguera que proviene de la angustia. Hay que buscar aliados en otra parte. Entre los árabes musulmanes moderados y demócratas, por ejemplo. Es ahí donde debemos construir nuestras alianzas. Frantz Fanon había dicho, dirigiéndose a la comunidad negra: “Cuando oigan a alguien insultar a un judío, presten atención; se está hablando de ustedes”. Yo quisiera decir a los judíos: “Cuando la extrema derecha habla de los musulmanes, presten atención; se está hablando de ustedes.”

Traducción del francés, Ezequiel Burstein; entrevista publicada en Tenoua.org


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