Por Candela Ramírez
“No podemos seguir prestándonos a la farsa de intervenir en debates donde se va a discutir como si estuviésemos en la luna discutiendo derechos, garantías y libertades que en nuestro país ya no existen y que dentro de muy poco tiempo serán arrancados también de la apariencia de la vida política del país”, con estas palabras Roberto Juan Carmelo Sinigaglia se retiraba de la sesión del 6 de abril de 1962 en la que se discutía la última reforma constitucional santafesina.
Sinigaglia —nacido el 6 de noviembre de 1934 en Rafaela— era el líder de la bancada peronista, en aquel momento bajo el nombre Partido Laborista por la proscripción que regía sobre el justicialismo desde septiembre de 1955, a partir de la dictadura autoproclamada Revolución Libertadora.
Desde 1958, gobernaba el país Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Durante su gobierno, en el que aún regía la proscripción al justicialismo, se aplicó también el Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes) que habilitaba la persecución y encarcelamiento de dirigentes peronistas, puestos bajo un tribunal militar. En diciembre de 1961 se habían elegido en Santa Fe los convencionales que reformarían la constitución provincial. El gobernador Carlos Sylvestre Begnis (UCRI) había permitido la participación del peronismo que se presentó bajo la forma de Partido Laborista. Era un contexto en el que Frondizi también mostraba mayor apertura democrática. El 16 de enero del ‘62 se constituyó la asamblea y empezaron las deliberaciones.
El 29 de marzo, Frondizi fue destituido y asumió en su lugar el presidente del Senado, José María Guido. A la siguiente sesión de la convención, el 6 de abril, Sinigaglia anunció que su partido se retiraría de la discusión por el nuevo golpe de Estado en marcha.
“Es evidente que termina en el país la etapa de las palabras huecas, de los compromisos flojos y comienza una lucha de características implacables, que tal vez esté rodeada con ribetes cruentos, en la cual el pueblo argentino va a ser el único protagonista del escenario de su propia liberación. Ya no se puede hacer una revolución para el pueblo sin el pueblo”, manifestó en su discurso ese día.
Algunos historiadores de la época dan cuenta de que este hecho conmocionó la convención que aceleró el tratamiento de la reforma: ocho días después se aprobó el texto definitivo, el 14 de abril a las 7.40 se sancionó y a las 18.30 la juraron los convencionales y el gobernador Begnis. El 24 de abril, la provincia fue intervenida; Begnis, destituido. Las crónicas de la época dicen que el gobernador depuesto salió del despacho con el tomo de la nueva Constitución bajo el brazo y una pipa que le habían regalado presos de la cárcel de Coronda.
Cuatro años después, elecciones de por medio con Arturo Illia (UCR del Pueblo) como presidente, Juan Carlos Onganía lideró un nuevo golpe militar: empeoró la persecución política y las formas de la represión estatal.
Su vida y entrega
Sinigaglia, hijo de un ex cónsul italiano, hizo la colimba en el ‘55 y apoyó el levantamiento militar de Juan José Valle, en junio del ‘56, que intentó derrocar el régimen de Pedro Eugenio Aramburu y fue rápidamente sofocado.
Se volcó de lleno a la militancia durante la etapa conocida como la resistencia peronista: contra la dictadura que proscribió y persiguió a militantes y ex funcionarios justicialistas. Estuvo preso por el plan Conintes. Formó parte de la Acción Revolucionaria Peronista, cerca de dirigentes como John William Cooke.
Estudió Derecho en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), en Santa Fe capital, si bien también tomaba casos particulares puso su profesión al servicio de causas sociales: en 1971, en la capital argentina, fue uno de los fundadores de la Asociación Gremial de Abogados de Buenos Aires, junto a Eduardo Luis Duhalde (en los 2000 secretario de Derechos Humanos), Rodolfo Ortega Peña, Esteban Righi, Silvio Frondizi, entre otros.
Eran, también, tiempos de dictadura, de intervención de universidades y persecución política cada vez más extensa, bajo el mando de Alejandro Agustín Lanusse. Las cárceles comunes se llenaban de presos políticos, sobre todo, de peronistas y comunistas.
En ese contexto la creación de la Asociación permitió crear herramientas jurídicas para defender a dirigentes estudiantiles, políticos y gremiales. Así, por ejemplo rechazaron cualquier prueba que se obtuviera mediante torturas: unos años más tarde el terrorismo de Estado haría de la tortura un rasgo sistemático.
Desde la Asociación también cuestionaron la legalidad de la Cámara Penal Federal, conocida como Camarón, que creó Lanusse para enjuiciar “subversivos”, término que ya estaba en boga por aquellos días y que se reforzaría desde 1976. Sinigaglia es recordado por su mirada “moderna” del derecho.
También, como muchos abogados de la época, se dedicó al periodismo y en los setenta publicó en revistas como Noticias, El Descamisado y Nuevo Hombre.
En 1973, con el retorno democrático, la victoria de Héctor Cámpora y el inminente regreso del exilio de Juan Domingo Perón, integró el gabinete de asesores de Righi, quien había asumido como ministro del Interior.
El 11 de mayo de 1976, apenas iniciado el último golpe de Estado, Sinigaglia fue secuestrado en su estudio jurídico en Buenos Aires por una patota de hombres vestidos de civil. Tenía 42 años y sigue desaparecido.
Integra los listados oficiales de detenidos-desaparecidos de abogados y periodistas argentinos y es recordado por ambos sectores. También hay una placa en honor a su memoria en la UNL.
Hubo un solo condenado por su secuestro y desaparición: el oficial del Ejército Jorge Carlos Olivera Róvere, subjefe del I Cuerpo de Ejército y en 1982 vocero de Leopoldo Fortunato Galtieri. El represor recibió cadena perpetua por este caso y 115 más. Falleció en 2015.
En un escrito, Eduardo Luis Duhalde lo recordó así:
Tenía la escuela del antihéroe aprendida en su permanencia al lado de John William Cooke. La muerte de éste y la del Che -que dejó pendiente su encuentro en Bolivia- le habían dejado una suerte de esplín alimentado de nostalgias, que le acompañó en los últimos años.
Era un tierno a flor de piel, pero con la pétrea firmeza de su vida: militante de la resistencia peronista, fundador de las primeras corrientes del peronismo revolucionario, ex preso Conintes, abogado de raza pero que sólo ejerció a pleno su profesión como defensor de presos políticos, y de vez en cuando con algún cliente ajeno al mundo militante, para poder comer, aunque salteado. Roberto, era un político florentino, en el mejor sentido del término, poco afecto a la exposición mediática. De una valentía sin estridencias, como también vivió con parecido recato su vastísima cultura, su genio intelectual, la docencia y sus colaboraciones periodísticas de muy buena pluma.