Los niños practican deportes por diversión, pero son muchos los padres que los acompañan a los partidos, competiciones y entrenamientos y en su afán de animarlos, terminan generándoles una presión excesiva
Cada fin de semana, se repiten escenas lamentables en competiciones infantiles donde los adultos protagonizan peleas y discusiones.
Si bien incentivar a los chicos a que practiquen un deporte es bueno para su crecimiento y sociabilidad, muchos padres en su afán de animarlos terminan generándoles una presión excesiva.
Los niños practican deportes por diversión, pero son muchos los padres que los acompañan a los partidos, competiciones y entrenamientos y en su afán de animarlos, terminan generándoles una presión excesiva.
Así, lo que debería ser tomado como recreación, se transforma en un círculo de exigencias y pasiones que, no sólo es el mejor camino para conducirlos a que abandonen el deporte, sino que puede afectar la salud del chico.
Pese a que llevar a un niño a realizar cualquier tipo de actividad recreativa se lo considera fundamental para su crecimiento, a veces los padres se involucran de una manera poco saludable: gritan directrices desde la tribuna, corrigen a sus hijos incluso contradiciendo las indicaciones del entrenador, o mismo hay quienes generan presión indirectamente, sin querer hacerlo, hablando todo el día de lo bien que juega, nada o corre su hijo.
Así es que el comportamiento de éstos termina influyendo negativamente en el menor.
«Los niños suelen comenzar sus actividades deportivas por motivaciones propias, sienten gusto en realizarlas y predomina el carácter lúdico. Si bien muchas de estas prácticas incluyen la competencia, la misma es vivida como algo donde predomina la diversión. A pesar de este comienzo basado en el gusto y el placer muchos padres empiezan a vislumbrar condiciones que los hace pensar que pueden desarrollarse profesionalmente», así es que estos jóvenes deportistas cambian de pronto el motivo que los llevó a iniciarse en el juego y comienzan a sentir que deben responder a expectativas externas».
La práctica deportiva debe estar ligada al disfrute. Los padres que actúan de esta manera no son conscientes del impacto que producen en la salud mental de sus hijos.
Recordar que la felicidad del niño está por encima de todo y que el motivo por el que hace deporte es porque le gusta es clave. «Apoyarlo, gane o pierda, juegue bien o cometa errores; felicitarlo por participar más que por competir; aprender a apreciar los logros pero no atar la autoestima a los mismos; y conservar una vida social activa más allá de la que el deporte le ofrece» también son parte del proceso.