En el sur de Córdoba y el noreste de Buenos Aires, una empresa agropecuaria Hereford dirigida íntegramente por mujeres durante tres generaciones desafiaba, desde 1910 hasta 1966, los roles tradicionales de género. Sofía Roizarena, becaria del CONICET e integrante del ISHIR, investiga este caso para entender cómo mujeres rurales no solo asumieron la titularidad legal de tierras, sino también la gestión administrativa, productiva y comercial en un entorno profundamente masculino.
Esta investigación cobra especial sentido este 15 de octubre, al conmemorase el Día Internacional de las Mujeres Rurales, no solo desde un aspecto simbólico, sino también político, porque estas mujeres tuvieron que abrirse paso entre prejuicios, limitaciones legales y expectativas sociales para liderar una empresa agropecuaria. Este estudio contribuye a repensar la historia de la ruralidad argentina y el rol de las mujeres: no como figuras marginales, sino agentes plenos de cambio.
El caso estudiado por Roizarena aborda una empresa familiar agropecuaria que se especializa en el refinamiento de la raza bovina Hereford, y desde 1910 hasta 1966 tuvo la singularidad de que fueron mujeres las que estuvieron al frente, no solo de la titularidad de la tierra, sino también de la administración de la empresa.
Mujeres en la disputa de lugares
“Las mujeres que trabajo ocupan un espacio de liderazgo y lo hacen desde posiciones tradicionales, lejos de estar asociadas a discursos emancipatorios o más vinculados al feminismo. Son mujeres de élite, de la aristocracia, con un importante capital social, económico y cultural, tomándolo desde Bourdieau, que desde esas propias estructuras tradicionales y conservadoras igualmente lograron abrirse paso”, explica la historiadora y añade: “Como militante feminista, incomoda tener que estudiar este tipo de derroteros y de trayectorias, pero invita también a pensar cómo desde diferentes lugares hubo también otras mujeres operando a lo largo del siglo XX para poder sobrepasar el espacio doméstico y privado al cual eran recluidas y poder ubicarse dentro de la arena pública”.
Mujeres empresarias y administradoras
Las mujeres del estudio, especialmente Inés Salas y su hija Dolores Cobo, logran hacerse con la propiedad una vez que enviudan, ya que en ese contexto la viudez —al igual que la soltería— otorgaba a las mujeres mayor autonomía que el matrimonio. Hasta la reforma del Código Civil de 1926, las mujeres casadas tenían restringida la administración de sus bienes, ya que esta quedaba en manos del esposo o de un tutor masculino.
Aunque existía un marco normativo que establecía que las mujeres debían heredar en igualdad con los varones, en la práctica, su capacidad para gestionar ese patrimonio era limitada. Con la tercera generación, representada por Agnese Macchi Di Cellere —hija de Dolores y nieta de Inés—, este escenario cambia gracias a las transformaciones legales introducidas por dicha reforma, que permitieron a las mujeres casadas ejercer un mayor control sobre sus bienes.
“Desde la historiografía y desde algunas tesis clásicas, se establece que aquellas mujeres que se hacían con la propiedad de la tierra tendían a cederla en arrendamiento, lo cual implicaba, por un lado, no tener que estar in situ a la propiedad analizando y administrando todo, sino que les permitía, desde sus hogares, en los centros urbanos, recibir un canon fijo, una renta y, de esa manera, también minimizar riesgos; algo que al empresariado de la época , le preocupaba. Sin embargo, si bien eso es una estrategia productiva sumamente válida, a mí lo que me interesaba ver, en este caso, es que estas mujeres, al momento en el que se ponen al frente de la empresa, dejaron de ceder en arrendamiento.
“Estuvieron al frente de las decisiones y de las estrategias de inversión” indica la investigadora al respecto del papel de las mujeres en la empresa, que contaba con 45.000 hectáreas, “una dimensión sumamente significativa y las mujeres deciden dejar de ceder en arrendamiento para implementar una explotación de su propia administración.
Las mujeres en la economía
Con respecto al objetivo del estudio, la historiadora explica: “Me interesaba rastrear cuál es el rol económico de estas mujeres y cuando entrevistaba a personas que habían sido hijos de trabajadores en la estancia, en diferentes periodos, de todas esas entrevistas lo que siempre se remarcaba era que eran mujeres muy altruistas, benefactoras, que habían donado los fondos para que en Rufino se creara la maternidad y el hospital, siempre asociado a ese rol mucho más humano. Esto, de alguna manera solapaba o no permitía dimensionar el rol económico que tuvieron las mujeres que estaban al frente de una empresa de 45 mil hectáreas, que operaba a nivel nacional y a nivel internacional”.
Durante su gestión al frente de la empresa familiar entre 1910 y 1921, Inés Salas no solo trasladó parte de la cabaña a tierras cordobesas, sino que impulsó una explotación directa especializada en la raza Hereford, consolidando así un sello identitario propio de la familia. Este proceso revela una de las potencialidades de la categoría de empresa familiar: permite analizar continuidades y rupturas en el tiempo dentro del marco familiar. En este caso, pone en evidencia cómo las mujeres no solo asumieron roles activos en el espacio público, sino que también mantuvieron su papel tradicional como transmisoras del legado y los valores familiares. A pesar de las coyunturas políticas y económicas que llevaron al grupo empresarial a diversificarse e invertir en otros sectores como el inmobiliario, ellas sostuvieron el proyecto ganadero, apostando por el perfeccionamiento de la raza Hereford. Este accionar muestra cómo la figura femenina, incluso en contextos de cambio, funcionó como garante de la memoria y la identidad familiar.
En la Estancia Tuyutí (ubicada en Córdoba) vivían unas 120 personas – entre familias, peones o trabajadores temporarios- que residían en casas dentro del casco de la estancia. Aunque las mujeres participaban en labores y tareas, las personas asalariadas eran casi exclusivamente hombres. Dentro de la estancia había un estilo de vida relativamente autónomo: las familias no pagaban alquiler por sus viviendas, se les proveía la alimentación sin descuentos salariales, y la movilidad de las personas era menor hacia la ciudad que dentro del campo mismo. Estas características muestran una relación compleja entre empresa, estructura social y género, donde las mujeres empresarias debían asumir responsabilidades sociales y económicas en un contexto rural marcado por una lógica muy tradicional.
Las fuentes
Sofía Roizarena trabajó con fuentes de diversos tipos (registros contables, testamentarias, juicios de sucesión, epistolarios, fotografías) para reconstruir la trayectoria de mujeres propietarias de Estancia Tuyutí y del tambo ubicado en Buenos Aires denominado Granja La Esperanza, en especial Dolores Josefa Cobo (1876-1945) y su hija Agnese Macchi Di Cellere Cobo (1902-1966).
En las cartas que circulaban entre propietarios y trabajadores aparece un tono formalizado y de distinción: por ejemplo, los trabajadores se refieren a Dolores con el título de “condesa Dolores”. En su rol social y simbólico, ellas debieron desplegar mecanismos adicionales de legitimación más allá de la titularidad de la tierra: usar vestimenta “masculina” en ciertos ámbitos rurales, tener presencia y reconocimiento público ligado al linaje, al matrimonio, y al título nobiliario.
15 de octubre: repensar y cuestionar el papel de las mujeres en el campo
“La conmemoración de este día nos invita a repensar de qué hablamos cuando hablamos de ruralidad, de qué hablamos cuando hablamos de campo, porque hay un sentido bastante general de pensar al campo como algo homogéneo, el campo argentino, sobre todo. Sin embargo, me parece que, si se empiezan a achicar las escalas de investigación vemos que ese campo se muestra sumamente diverso, en el que sí se solapan o se intenta homogeneizar una realidad, pero ahí conviven diferentes formas de producción, diferentes tamaños en las estructuras productivas, diferentes modos de acceso y de tenencia de la tierra, y con ello también diferentes actores” concluye Roizarena.