En la economía argentina, pocas variables son tan influyentes y tan observadas como el tipo de cambio. Su impacto trasciende lo financiero y alcanza a actividades como el turismo. Una idea que suele repetirse es que existe un «ciclo turístico» ligado al dólar: cuando el peso se aprecia, los argentinos viajan más al exterior; cuando se devalúa, llegan más turistas extranjeros.
Con la corrección cambiaria que comenzamos a ver en el mercado esta semana se reducirán los incentivos para viajar al exterior, se incrementarán los extranjeros que vengan nuevamente hacia Argentina y habrá un poco más de argentinos que elijan los destinos domésticos como destino turístico.
Pero como todo en Argentina, los comportamientos económicos rara vez siguen una línea previsible. Las relaciones entre el tipo de cambio, los flujos turísticos y los contextos políticos están atravesadas por factores estructurales que matizan —y a veces contradicen— lo que se espera. El turismo no escapa a esa lógica.
En los años en los que el tipo de cambio tendió a apreciarse —2015, 2016, 2017, 2022 y 2024— el turismo emisivo superó de manera constante al receptivo. Es decir, hubo más argentinos viajando al exterior que extranjeros ingresando al país.
En los años en los que el tipo de cambio tendió a apreciarse, el turismo emisivo superó al receptivo
Si bien esto coincide con la teoría general sobre la relación entre tipo de cambio y turismo, lo notable es que la diferencia no es abrupta: en todos los casos, la brecha entre turismo emisivo y receptivo se mantuvo dentro de un rango moderado. En 2017, por ejemplo, el turismo emisivo representó el 61% del total, contra un 39% de turismo receptivo, marcando el punto más alto de la serie.
Cabe mencionar que se excluyeron los años 2020 y 2021 del análisis debido a las restricciones de movilidad impuestas por la pandemia.
En los años donde se observó una depreciación significativa del tipo de cambio —2018, 2019 y 2023— se esperaría un aumento del turismo receptivo, ya que el país se vuelve más accesible para los visitantes extranjeros. Sin embargo, los datos no muestran un vuelco claro en la balanza turística.
En los tres años analizados, el turismo emisivo continuó siendo levemente superior al receptivo
Una constante: el turismo emisivo, superior al recepctivo
En los tres años analizados, el turismo emisivo continuó siendo levemente superior al receptivo. La diferencia más pronunciada se dio en 2018, con un 59% de salidas frente a un 41% de ingresos. En 2023, la brecha prácticamente desaparece (51% emisivo vs. 49% receptivo), pero no llega a invertirse.
A lo largo del período analizado, el país mantuvo de manera constante un saldo turístico negativo. En todos los años —incluso en aquellos donde el tipo de cambio jugaba a favor del turismo receptivo— la cantidad de argentinos que viajaron al exterior fue superior a la de turistas extranjeros que ingresaron al país.
A lo largo del período analizado, el país mantuvo de manera constante un saldo turístico negativo
Este déficit sostenido sugiere que la relación entre tipo de cambio y flujos turísticos no es lo suficientemente fuerte como para alterar de fondo los patrones de movilidad internacional. Factores como la propensión al turismo emisivo, el poder adquisitivo relativo de ciertos segmentos de la población y la infraestructura turística local juegan papel decisivo.
En este contexto, el reciente Decreto 216/2025 del Gobierno nacional —que redefine el rol del Estado en el turismo, eliminando programas de inversión y desactivando estructuras de articulación institucional— plantea un nuevo escenario. El recorte de funciones de la Secretaría de Turismo, entre ellas la capacitación, promoción y planificación de obras, responde a una lógica de desregulación y reducción del gasto público, pero también acota la capacidad del Estado para influir sobre la balanza turística.
Desde esas estructuras públicas tampoco se logró revertir los ciclos de apreciación tipo de cambio y decisión privada del ciclo turístico argentino generando grandes gastos y burocracia. Una herramienta útil en Argentina en muchas oportunidades se convierte en una caja administrativa política.
Otra creencia extendida es que, en años electorales, los gobiernos tienden a apreciar el tipo de cambio para contener precios y mejorar el poder adquisitivo. Sin embargo, los datos muestran que esa relación no es tan sistemática como se suele pensar. Entre 2015 y 2025, se observan tanto apreciaciones como depreciaciones en años electorales y no electorales.
Una creencia es que, en años electorales, los gobiernos tienden a apreciar el tipo de cambio
El único ciclo que persiste es el déficit
Por ejemplo, 2015, 2017 y 2021 —años electorales— coincidieron con apreciaciones, pero lo mismo ocurrió en 2022 y 2024, que no lo fueron. A su vez, 2023 —año de elecciones presidenciales— registró una fuerte depreciación. Es decir, no hay una regularidad clara entre el calendario político y la política cambiaria.
En 2025 parecería no ser la excepción de apreciación del tipo de cambio a pesar de la corrección crawling peg acordadas con el FMI. Cuando la moneda de un país se aprecia frente a otras, significa que con la misma cantidad de dinero local se pueden comprar más bienes y servicios en el extranjero. Para los turistas argentinos, esto se traduce en: pasajes aéreos más báratos, hospedaje, comida, transporte y compras más accesibles en el destino y mayor capacidad para viajar más lejos o por más tiempo.
Esta falta de patrón refuerza una conclusión más general del análisis: en la Argentina, las relaciones entre variables como el tipo de cambio, el turismo y los ciclos políticos están mucho menos definidas de lo que la intuición sugiere. Los supuestos «ciclos» pierden fuerza frente a los datos, que exhiben un escenario más fragmentado, condicionado por múltiples factores estructurales y coyunturales.
En definitiva, el único ciclo que persiste, es el déficit y ni el dólar ni las elecciones logran cambiarlo.