domingo, 20 julio, 2025
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Cada vez abren más verdulerías en Rosario: una salida rápida pero con sus riesgos

La crisis económica va mostrando distintas caras. En este último tiempo, las calles del centro de Rosario ofrecen una postal cada vez más repetida: verdulerías a pequeña escala, muchas veces instaladas en frentes de viviendas, pasillos o incluso esquinas de barrios populares. El fenómeno no es nuevo, pero toma fuerza en una ciudad atravesada por el desempleo, la informalidad laboral y la pérdida de poder adquisitivo del salario. En paralelo, también se multiplica la venta ambulante de frutas y verduras. Dos salidas rápidas, pero que tienen sus propios riesgos.

Allí donde antes había una peluquería, un kiosco o directamente un local vacío, ahora hay cajones con naranjas, bolsas de papas y carteles a mano que informan precios por kilo. La calle se convierte en vidriera, y el recurso de «poner una verdulería» aparece como una salida urgente y accesible para quienes quedaron fuera del mercado laboral formal.

Juan Milito, referente de la Unión de Almaceneros, lo observa con claridad desde su experiencia cotidiana: “Se nota más en los barrios, donde tienen un garaje o una ventana que no usaban y que ahora se convierten en verdulería o kiosco y quizás es más fácil eludir los controles de habilitación municipal. Es una forma de sumar unos pesos, incluso para quienes aún tienen trabajo”, señaló a La Capital.

A la vez, advirtió que también se lanzan al rubro personas con poca experiencia comercial: «Hay sectores que antes no estaban ligados a la venta de alimentos y que ahora abren autoservicios pensando que es un rubro seguro, pero el consumo también cayó mucho. Eso genera más presión sobre un mercado que ya está saturado”. Si bien dijo no tener una estadística concreta, la percepción es notoria.

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Los márgenes de ganancia —aunque acotados— permiten recuperar lo invertido en poco tiempo, y la demanda se mantiene constante. “Se trata de una economía rápida, de baja barrera de entrada y sin muchas exigencias formales. Por eso, para quienes quedan fuera del mercado de trabajo formal, resulta una alternativa viable”, explicó. El crecimiento de estas actividades no se explica sólo por la voluntad de emprender, sino por la necesidad de sobrevivir, en un contexto económico que empuja a miles de rosarinos a buscar ingresos alternativos.

Treinta años en el rubro y el desafío de la competencia

Maicol Alemán atiende su verdulería en barrio Martin desde hace 30 años. Empezó con apenas unos cajones en un local diminuto, hasta que logró alquilar la casa entera, tirar paredes y expandirse. En esas tres décadas construyó una clientela fiel y aprendió los secretos del oficio: cómo comprar, qué elegir, cómo conservar y vender productos perecederos en un negocio donde la mercadería puede arruinarse en cuestión de días. “Muchos piensan que es fácil poner una verdulería, pero no lo es. Si no sabés comprar, si no conocés el mercado, salís perdiendo”, advirtió. Según su experiencia, a quienes recién se inician en el rubro suelen venderles cajones con mercadería en mal estado, o bandejas con productos descartados, y eso se traduce en pérdidas que el negocio no siempre puede absorber.

En los últimos meses notó una rotación de titulares más que una expansión real. Cerca de su local, asegura que abrieron al menos dos verdulerías nuevas en lo que va del año, una por calle Montevideo y otra por Buenos Aires. La competencia se siente, sobre todo en los precios. “Yo no hago promociones. A la vuelta venden dos kilos de papa a 1.500 pesos, y mi papa está a 500 el kilo. Sale más barato y es mejor”, asegura. Para Maicol, el negocio cambió en muchos aspectos: el consumo bajó, incluso en zonas con mayor poder adquisitivo, y hoy los clientes compran por monto de dinero. “Antes te pedían por kilo, ahora te dicen ‘dame dos mil de mandarinas’, o ‘cinco mil de acelga’. La gente ajusta y compra con lo que tiene”, relató.

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La crisis económica no pasó desapercibida para el sector, aunque paradójicamente el precio de muchas frutas y verduras está más bajo de lo habitual. “La lechuga está cara, pero porque con el frío se echa a perder. El resto bajó mucho, hay poca demanda”, explica. Pero más allá de eso, lo que más le preocupa es que, en medio de la crisis, mucha gente abre verdulerías con lo poco que tiene como salida laboral rápida. “Te echan del trabajo, te dan la indemnización, ponés una verdulería. Pero si no sabés cómo moverte, perdés”, subrayó. No alcanza con tener un local y unos cajones de fruta. En este oficio, la experiencia y el ojo entrenado siguen marcando la diferencia.

Verdulerías: «Si no aprendés rápido, te vas»

Desde el Mercado de Productores, una de las terminales de abastecimiento más importantes de la ciudad, Gustavo Suleta aportó una perspectiva distinta pero complementaria. “Obviamente, mi visión es muy parcial. Es el universo con el que nosotros nos vinculamos como mercado”, aclaró de entrada. Suleta no percibe un crecimiento claro en la cantidad total de verdulerías en Rosario, pero sí advierte una fuerte rotación entre quienes compran mercadería: “He visto caras nuevas, pero también hemos dejado de ver otras. Hay cambio de titularidad. En términos generales, me da la impresión de que el total es más o menos el mismo”.

Según explicó, la verdulería es históricamente una salida frecuente en épocas de crisis. “Es un negocio relativamente de fácil instalación. Relativamente, porque si bien no tenés grandes barreras de entrada, tampoco es poca plata la que necesitás hoy para arrancar. Y además, hay que saber hacerlo”, señaló. La mercadería es perecedera y eso impone una dinámica exigente. “Si no tenés el oficio y no aprendés, dejás rápidamente. Ahí es donde se ve el recambio: desaparecen algunos y aparecen otros. Pero no sé si hay más verdulerías. No estoy seguro de que haya crecimiento”.

Además, Suleta marcó otro fenómeno que puede estar oculto detrás de esa aparente estabilidad: “El consumo está por debajo de lo que incluso podría esperarse para esta época del año. En invierno baja un poco, pero ahora se nota más. Creo que tiene que ver con la escasez de circulante, con el poco dinero que hay en la calle. Entonces, tal vez la cantidad de verduleros sea la misma, pero lleven menos mercadería. Eso también explica por qué muchos consumidores notan menos variedad o cantidad en los negocios ”.

Por eso, concluyó que sería valioso contar con datos más precisos que permitan saber si efectivamente hay más puntos de venta o solo se trata de un reacomodamiento del rubro. “Estaría bueno que se investigue si a nivel ciudad aumentaron los locales, porque es una percepción que está instalada, pero aún falta información concreta”, cerró.

Venta ambulante de frutas y verduras, la otra cara

En paralelo, también crece el número de puestos de venta ambulante de alimentos y bebidas, especialmente en esquinas estratégicas o de alto tránsito, tanto del centro como de los barrios. Bananas, limones, paltas y hasta tomates se apilan en mantas, cajones o changuitos que aparecen por unas horas y luego desaparecen sin dejar rastro. En muchos casos, los vendedores no tienen un local fijo: improvisan con lo que tienen a mano y adaptan sus horarios a la circulación peatonal, el clima o la presencia de inspectores municipales.

Silvina se instaló con su carrito y cajones en la peatonal San Martín a fines del año pasado. Hasta entonces, se había ganado la vida entre changas de limpieza y venta ambulante esporádica. Pero en diciembre de 2024, cuando la situación económica se puso más dura, decidió probar con las frutas: “Empecé con bananas, mandarinas, limones y frutillas. Siempre algo fresco y accesible”, cuenta.

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Hoy vende cuatro bananas por mil pesos, o diez por dos mil, según el estado de la mercadería. “Cuando la fruta empieza a madurar, hay que hacer promociones más tentadoras”, explica. Su proveedor es un verdulero del barrio que le revende los cajones directo desde el Mercado de Productores. Dice que la recepción de la gente es buena y que, más allá del precio, hay algo que nunca puede faltar: buena atención.

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Foto: Celina Muti Lovera / La Capital

Lejos de tratarse de casos aislados, el fenómeno se extiende por zonas donde antes no era habitual encontrar este tipo de venta, incluso en esquinas céntricas de calle Rioja o San Luis. Según el último informe del Departamento de Economía de la Federación Gremial de Comercio e Industria (Fecoi), en junio se relevaron 94 puestos de venta ambulante en el microcentro rosarino, distribuidos en un perímetro de 27 cuadras que incluye las peatonales.

Aunque el número representa una leve baja respecto al trimestre anterior y al mismo mes del año pasado, la presencia sigue siendo alta en arterias clave. Calle San Luis concentra el 44% de los puestos, seguida por San Martín (27%), Córdoba (22%) y Rioja (7%). Sólo San Luis, entre los números 800 y 1700, concentra 41 de los 94 puestos relevados.

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Entre los rubros más frecuentes, la indumentaria y el calzado lideran con un 31%, seguidos por juguetes (20%), alimentos y bebidas (13%) y artesanías (12%). También aparecen óptica, relojería, accesorios de celular y vivero.

Mientras algunos comerciantes tradicionales reclaman por la competencia desleal, otros reconocen que detrás de cada puesto hay una historia de necesidad.

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