sábado, 13 septiembre, 2025
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De Moisés Ville a símbolo mundial de la lucha por los derechos humanos: Rosa Tarlovsky de Roisinblit y sus casi 50 años en Abuelas de Plaza de Mayo

Rosa Tarlovsky nació el 15 de agosto de 1919 en la localidad santafesina de Moisés Ville, la primera colonia judía de Argentina, fundada en 1889. Los Tarlovsky fueron una de las tantas familias judías que escaparon de la persecución contra su comunidad en la Rusia de los zares. 

Rosa estudió en Santa Fe, en la Universidad Nacional del Litoral. Vivió al menos tres años en Rosario, ya recibida de obstetra, y llegó a ser Partera Jefa de la Maternidad de la Escuela de Obstetricia. 

En 1949 se mudó a Buenos Aires, el mismo año en que conoció al amor de su vida: Benjamín Roisinblit, un romántico que le preparaba regalos por cada mes de aniversario. Se casaron en 1951 y en diciembre del ‘52 tuvieron a Patricia, su primera y única hija. 

Benjamín tuvo un estudio contable, junto a uno de sus hermanos. Había estudiado abogacía y dejó la carrera cuando le faltaban pocas materias para recibirse. Fue escritor de vocación. Falleció de un cáncer cuando su hija apenas tenía 11 años, en 1972.

Patricia estudió Medicina, tuvo un breve paso por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) pero después se sumó al brazo armado del peronismo, en la Columna Oeste de Montoneros. Trabajaba en el área de Sanidad, donde la conocían como «Mariana». 

Aquellos años, mediados de los setenta, conoció a José Manuel Pérez Rojo. Se casaron y en junio de 1977 tuvieron a su primera hija, Mariana Eva. El terrorismo de Estado ya se expandía por todas las provincias argentinas.

El secuestro de ambos fue el 6 de octubre de 1978, a él en su comercio en Martínez y a ella en su domicilio en Capital. Patricia tenía 26 años y estaba embarazada de ocho meses, él tenía 25 años. 

Desde ese día, Rosa los busca. En una entrevista que dio a Infobae, compartió:

—Yo no salí, el día que se llevaron a mi hija, a formar parte de Montoneros, o me convertí en una revolucionaria. No, eso no, yo salí a buscar a mi hija y eso me llevó todos estos años. Ella desapareció en octubre de 1978, y desde entonces yo estoy luchando. No me quedé en casa a llorar, yo salí a luchar. Y yo creo que mi lucha ha dado sus buenos resultados porque hemos obtenido muchos logros.

Rosa Roisinblit y Estela de Carlotto en una marcha en los ochenta.

Ambos estuvieron secuestrados en la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), dependiente de la Fuerza Aérea. Mariana Eva tenía quince meses y los captores de sus padres entregaron la bebé a sus abuelos paternos.

Según se pudo reconstruir en investigaciones, Patricia dio a luz un varón el 15 de noviembre en la ex ESMA. Lo quiso llamar Rodolfo Fernando, nombre que habían elegido con José. El bebé fue uno de los más de cuatrocientos niños y niñas apropiados en Argentina entre 1976 y 1983, los años del genocidio contra miles de personas perseguidas por su identidad política.

En otra entrevista, esta vez a Anfibia, cuando Rosa cumplió cien años, mientras mostraba una foto de su hija dijo así:

—¿Se ve que es linda? Era linda, usted la ve y se ve que es linda. La cosa es que yo me casé, señorita, y tuve una hija… y se la llevaron. Y yo, desde ese día, no paré.

¿Cómo hacen las Abuelas de Plaza de Mayo para que los nietos aún no encontrados conozcan su historia?

Así fue. Después del secuestro, Rosa recibió al menos dos llamados de los represores, donde supo que su hija seguía viva. Pero después no supo más y entonces empezó el mismo camino que iniciaban tantas mujeres en todo el país: visitó comisarías, juzgados y cárceles. Rebotó todas las veces, como las demás. Nadie les daba información.

La periodista Celeste Del Bianco, en aquella nota de Anfibia, lo cuenta así: “Se contactó con el rabino estadounidense Marshall Meyer que trabajaba en la Congregación Bet El de Capital Federal. Él le dio el dato de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Llegó al edificio, subió hasta el primer piso y se encontró con Alfredo Galleti, quien también tenía una hija desaparecida y era uno de los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels). La invitó a que fuera a su casa al día siguiente a una reunión con otras mujeres que buscaban a sus nietos. Rosa llegó llorando, desesperada por encontrar a su hija”.

Allí conoció a quienes pasarían a ser su compañeras de vida, cuando recién se estaban gestando en Argentina los potentes organismos de derechos humanos: las Abuelas de Plaza de Mayo se convirtieron en su casa, en su razón, en su forma de buscar a su hija y su nieto.

Por otras mujeres secuestradas supo que el bebé había nacido en la Escuela de Mecánica de la Arma (Esma), el centro clandestino de detención más grande del país: estuvieron secuestradas al menos cinco mil personas. Patricia y José siguen desaparecidos. Desde 1984 Rosa denunció ante la Justicia.

¿Papá o mamá serán hijos de desaparecidos? La ciencia ya sabe cómo redoblar búsqueda

La hija de ambos, Mariana Eva, que fue criada por sus abuelos, también se integró al organismo y buscó activamente a su hermano apropiado. En 2000 recibió una llamada anónima, le dieron los datos concretos del posible apropiador y del posible hermano que buscaba.

Mariana fue al lugar de trabajo de él, pidió hablar pero no pudo. Entonces le escribió una nota y se la dio en el momento: “Mi nombre es Mariana Pérez, soy hija de desaparecidos, estoy buscando a mi hermano y es muy posible que seas vos”.

Si bien él respondió que no podía ser, esa misma tarde hizo una consulta en Abuelas y se hizo el examen de ADN. En junio de 2000, a través de un análisis genético, se confirmó su identidad: era el hijo de Patricia y José.

Rosa Roisinblit junto a sus dos nietos, Guillermo y Mariana Eva, el 8 de septiembre de 2016 – Créditos: Florencia Downes / Télam

El camino no fue fácil porque durante mucho tiempo, Guillermo (el nombre del nieto restituido) se negó a entablar relación con su familia de sangre. Había crecido con el captor y asesino de sus padres.

Rosa lo llamaba a la casa. Él no colgaba el teléfono, pero le decía: no quiero hablar. Rosa nunca paró de llamar hasta que un día le dijo:

—Decime una cosa, esa persona a la que vos llamás mamá, ¿es mi hija?

Para ella, esa provocación fue un quiebre. Desde entonces reconstruyeron poco a poco su vínculo. Guillermo hoy forma parte de la comisión directiva de Abuelas. Aunque con su hermana Mariana, las cosas no salieron igual.

Mariana Eva cuenta mucho de su historia con él en su cuenta de X (antes Twitter) y es autora del irreverente y afilado libro “Diario de una princesa montonera: 110 por ciento verdad”.

Rosa tampoco frenó la búsqueda con el encuentro de su nieto: para ella era importante encontrarlos a todos, a todas. Empezó a ser vicepresidenta de la institución en 1989 y ocupó ese cargo hasta 2021, cuando tenía 102 años. Ahí pasó a ser presidenta honorífica. Viajó por todo el país, muchísimas veces a Ginebra para participar de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, participó de las campañas de difusión y los cambios comunicacionales para poder encontrar a esos nietos y nietas: primero los buscaron a la salida de jardines de infantes y escuelas primarias, después apuntaron a adolescentes, después a jóvenes y a sus familiares, hasta la actualidad en la que inclusive ya apuntan a que sean los bisnietos quienes se hagan la enorme pregunta por la identidad.

Su compañera Estela de Carlotto supo definirla así: “La hermandad que hemos conseguido en estos más de 40 años es irrompible. Ella tiene un carácter fuerte, de mujer que tiene personalidad, pero nunca hemos tenido un problema”.

El camino judicial

Los apropiadores de Guillermo Pérez Roisinblit fueron condenados en 2005: siete años y medio para Francisco Gómez, ex integrante de la Fuerza Aérea, y tres años y un mes para su ex esposa. En ese juicio también se juzgó al médico José Luis Magnacco, el obstetra de la ESMA que asistió a Patricia en el parto. Le dieron diez años de prisión. 

En 2016, en el marco de la Causa RIBA, el Tribunal Oral Federal N°5 de San Martín condenó a Omar Graffigna y a Luis Trillo, ex encargado del centro clandestino de detención, a 25 años de prisión. Gómez, el apropiador de Guillermo, obtuvo una condena de 12 años de cárcel. Graffigna además de torturador había sido integrante de la Junta Militar que tomó el Estado en 1976, por lo que ya había tenido una primera condena en el Juicio a las Juntas de 1985. Poco tiempo después había sido absuelto por las conocidas como leyes de impunidad.

En aquel juicio, Rosa le dijo a los jueces:

—Quiero que la justicia me escuche. Soy muy mayor y necesito saber: quién se los llevó, por qué y adónde están, para tener un lugar adonde llevar una flor.

Como les pasó —y les pasa— a miles y miles de familiares de desaparecidos, Rosa nunca tuvo un lugar donde llevar una flor. Pero sí fue impulsora, testigo y protagonista de encontrar a 140 nietos y nietas.

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