El alcalde Eric Adams comunicó que el campamento en el aeródromo Floyd Bennett Field en Brooklyn, que alberga a más de 1.800 personas, cerrará sus puertas el 15 de enero. Este es el último de 25 refugios que fueron clausurados o están en proceso de serlo, como parte de una estrategia para reubicar a los inmigrantes en otros lugares de la ciudad.
La llegada de migrantes mostró un descenso constante, lo que llevó a la administración local a ajustar su sistema de alojamiento. Sin embargo, la preocupación aumentó debido a las políticas migratorias anunciadas por Donald Trump, quien asumirá la presidencia el próximo mes y prometió intensificar las deportaciones.
Esto generó temor entre los inmigrantes. Tan es así que, según Listin Diario, Mariama Barry, una residente del aeródromo, expresó su incertidumbre ante el futuro. Originaria de Guinea, esta madre soltera huyó de su país para proteger a sus hijos. “Pensé que estaríamos a salvo aquí, pero ahora estamos preocupados”, afirmó.
Y existen varias historias similares que reflejan la ansiedad de muchas familias sobre posibles idas y deportaciones, más aún cuando se habían adaptado de buena forma a la región. La intención es alojarlos en distintos puntos de la ciudad, aun sin información del todo clara, pero en ubicaciones más adecuadas, cercanas a zonas académicas y con mejores recursos.
Organizaciones como Legal Aid Society y Coalition for the Homeless cuestionaron el uso del aeródromo para alojar a familias vulnerables y argumentaron que su ubicación remota y la falta de acceso a servicios esenciales hacían del lugar una opción inadecuada desde el principio.
Es por eso que celebraron la decisión de cerrar el refugio, aunque enfatizaron en la necesidad de garantizar la protección de las personas reubicadas.
Adams defendió su gestión y señaló que las medidas adoptadas permitieron optimizar los recursos. Subrayó que la ciudad sigue enfocada en consolidar esfuerzos y reducir costos y que Nueva York manejó esta situación de manera más efectiva que otras ciudades estadounidenses.
Otras ciudades también redujeron su capacidad de albergue. Por ejemplo, Denver cerró su último refugio temporal en octubre, mientras que Chicago disminuyó drásticamente el número de migrantes atendidos. Esto se atribuye tanto a la caída en las llegadas como a las restricciones de asilo impuestas en junio por la administración de Biden.
Aunque las cifras muestran una baja en el número de migrantes alojados en la ciudad, la incertidumbre persiste. La preocupación principal sigue siendo cómo las políticas federales entrantes impactarán a quienes buscan un lugar seguro para rehacer sus vidas y evolucionar.