“Fue muy simpático. Hacía falta alguien así en la Fórmula 1, muy normal. Porque ahí es todo muy estricto, como que la gente tiene que tener cuidado con lo que dice». La periodista Christine GZ de DAZN, el sitio especializado español de F-1, expresó como ninguna las otras sensaciones que dejó Franco Colapinto en su nuevo mundo.
Es que el argentino impresionó tanto dentro de la pista, como fuera de ella. Con una soltura que ahora todo el mundo parece empezar a descubrir. Pero para quienes vienen siguiendo su campaña desde la Fórmula 3 y la Fórmula 2, no fue nada novedoso. En todo caso, la novedad fue que no cambiara en lo más mínimo su naturalidad para expresarse, como para decir una de las denominadas «malas palabras».
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Franco Colapinto lo viene haciendo siempre, solo que ahora la Fórmula 1 lo visibilizó exponencialmente, al punto que ya surgen los defensores y también detractores, como el político-economista-periodista Carlos Maslatón, que hasta deslizó que el gobierno de Italia debería sancionarlo por aclarar, muy simpáticamente además, que él era «argentino», no «italo-argentino».
Esa fue una aclaración del piloto argentino hacia el periodista español Antonio Lobato, de DAZN, que también tomó la aclaración de buen humor. También mostró que el joven de 21 está muy atento a todo lo que se dice.
Pero lo dicho, Colapinto llamó mucho la atención. Antes que nada, al equipo Williams que decidió contratarlo por sobre otras opciones más experimentadas o que traían una billetera encima, como deslizó el jefe del equipo James Volwes. Que hasta aclaró que el argentino no ocupa la butaca por las empresas argentinas que lo apoyan, sino que es al revés. A partir de su confirmación por el talento que le vieron, llegaron mucho más apoyos, al punto que dijo que «no paran de llamar».
Las dos facetas de Franco Colapinto
Y es que Colapinto parece conjugar dos facetas extraordinarias: la deportiva y la humana. Sin la primera ni siquiera sería considerado, claro está. Pero el piloto argentino se preparó mucho para esto. Se fue a vivir solo a Europa con 14 años. Aprendió todo y lo sigue haciendo, como por ejemplo todos los sensores que tiene en el volante de la F-1 para poder correr en Monza. Los manejó bárbaro, los usó como se debe según confesó el propio Volwes, no solo para mantenerse en pista o traer el auto entero, sino para superar autos, como a dos ganadores en F-1 como Pierre Gasly y Valtteri Bottas, o a Lance Stroll.
Y en la otra distinción, la humana, también deslumbró como lo sintetizó la muy reconocida periodista del ambiente de la F-1 Christine GZ, que además es piloto de rally.
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Colapinto no puede, por ejemplo, sacarse la palabra «boludo» de su conversación, como hoy lo hacen la mayoría de los pibes de su edad y no tanto. La tienen colgada para cerrar o empezar cualquier charla mediatizada. Cuando venció con esa maniobra infernal en la F-2, en la última vuelta de Imola, no tuvo empacho en decir que «fui un boludo. Largué como el culo».
Tampoco se ruboriza, como puede dar fe de ello el periodista Juan Fossaroli de ESPN que lo viene siguiendo hace rato, para decir que tantos sensores en el motor de un F-2 son «una verga, se rompen cada dos por tres». O más, que una mejor clasificación se le escapó «por siete milésimas, la concha de su madre». Habla frente a las cámaras como si no estuvieran.
La desfachatez del primer día
En su primera conferencia de prensa en la F-1, el viernes, también dio qué hablar por su soltura, como lo comprobó Christine GZ y otra colega brasileña, que muchos lo consideraron un flirteo. Y después de la carrera, cuando el periodista argentino de ESPN lo buscó al retirarse ya del circuito y casi que le pedía perdón por temer que rompiera algún protocolo de la categoría, Colapinto lo tranquilizó: «no, para los argentinos no existen los protocolos».
Y se despachó con la anécdota del paseo previo en Monza junto a sus 19 colegas y lo que le dijo Leclerc sobre la sorpresa de que hubiera tantos argentinos y no paraban de llamarlo a Colapinto por su nombre. «Tenés más hinchas que Ferrari», contó que le señaló risueño.
Con esa misma naturalidad dijo: «boludo, me duele todo». Y así salió del box de Williams para atender a todos los argentinos que lo esperaban en la recta principal, habilitada después de la carrera.
El mismo equipo Williams lo destacó con el título: «Francomanía» ese mismo domingo, con fotos y videos en sus redes sociales. Y el lunes la misma cuenta oficial X de la F-1 destacó un video con la misma situación.
Todo eso lleva a pensar que todo el mundo intuye, los mortales fanáticos de la F-1, los que nunca vieron jamás una carrera pero ahora le dan bola y opinan, y sobre todo los que tienen el poder en la máxima categoría, que Franco Colapinto pinta para un fenómeno. Quedó más que claro que no pasó para nada desapercibido.
La Fórmula 1 lo tuvo como un top
En la citada cuenta X de la F-1, los mayores posteos del lunes fueron para Charles Leclerc, pero detrás hubo tantos para Colapinto como para Oscar Piastri, el segundo en el GP de Italia.
Y la postura del juvenil argentino no es de ocasión. Así se ha mostrado siempre Colapinto y se puede comprobar en la cantidad de videos que se viralizaron en las últimas horas sobre entrevistas o presentaciones que fue dando mucho antes de subirse a un F-1.
Por supuesto, ahora llegó a un lugar de exposición máxima y estará el temor de que ese desenfado le juegue en contra, o que lo abrume. Que cada palabra que diga será pasada por el tamiz de la crítica y que ese costado le pueda influir negativamente en una carrera deportiva que, en su nivel más alto en que pueda estar un piloto de carreras, empezó de la mejor manera.
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Pero lo dicho. Colapinto siempre se mostró así, como también enojado consigo mismo u ofuscado, cuando las cosas no le salían dentro del auto. Y jamás se lo vio desconcentrado a la hora de hacer lo más importante, que es por lo que ahora todo el mundo pareció descubrirlo.
Y pese a ese desenfado, al mismo tiempo tiene los pies sobre la tierra, como cuando al mismo Fossaroli le frenó la euforia. «Pará, pará, no te entusiasmés».
Franco Colapinto parece conjugar perfecto la frescura, espontaneidad y luminosidad de un chico de 21 años, con la profesionalidad del lugar que ocupa. Por eso todos lo ven como un fenómeno. Lo dicho, los que ya lo conocían, los fanáticos de la F-1, los que se asomaron ahora a este mundo, los dueños del poder que le abrieron las puertas pero también decidirán al fin su futuro, y los que aportarán económicamente a su causa, porque en definitiva están olfateando su rentabilidad. Por si eso fuera poco, se muestra tan argentino como el mate, y sin dudas que eso acá (y en el afuera también) mueve las fibras.
Es una carrera apenas en la Fórmula 1. Nada más cierto. Que tendrá pruebas muy difíciles por delante porque se le vienen circuitos desconocidos, sobre todo el próximo, el callejero de Bakú, que conjuga velocidad con peligrosidad en igual proporción, en rectas anchas y curvas estrechas a 90 grados, sin leca que corrija errores, que se pagan con autos rotos.
En tiempos de redes sociales, de reproducciones infinitas de sucesos, el talento y carisma de Franco Colapinto encajaron perfecto, en un escenario inconmensurable como el de la Fórmula Uno que, de entrada al menos, no solo no le puso limites sino que lo destacó. Un fenómeno que recién se está popularizando pero que viene germinando así, de esas maneras descriptas, desde hace mucho tiempo. Con la misma naturalidad con qué disputó su primer GP y lo fue viviendo, dentro y fuera del cockpit.